"Evo ha dado voz a los excluidos pero le falta un proyecto mejor trabajado" (3ª y fin)
Archivado en: Bolivia, Gregorio Iriarte
Primera parte: "El infierno en el que vivían los mineros me abrió los ojos"
Segunda: "Planearon el ataque al campamento minero para conseguir una matanza".
Y ésta es la última entrega de la entrevista a Gregorio Iriarte:
-Con la democracia de los 80, siguió publicando. Su obra Análisis crítico de la realidad lleva 17 actualizaciones desde 1983 hasta hoy y fue un libro de cabecera para Evo Morales.
-Evo leyó el libro, le gustó mucho y me llamó. Cuando empezaba su carrera política, me llevaba a dar charlas a muchos sitios, a grupos, a reuniones en pueblos, para que les hablara de la situación en el mundo, en América Latina y en Bolivia. Evo no es un político tradicional. Siempre ha intentado que la gente tenga conocimientos y formación, que sepan organizarse, que participen personas que nunca han estado en la vida pública; por ejemplo, las mujeres. Mantiene una vinculación directa con el pueblo y un empeño sincero por mejorar la vida de la gente, no le importa nada el dinero, ni un coche bueno, ni una casa grande. Acá en Cochabamba tenía una casa viejita y ahí sigue, ni siquiera ha hecho asfaltar el camino. No le importa, porque vive volando de acá para allá, viaja sin parar con una energía tremenda, se quiere juntar con todo el mundo en todas partes. A las cinco de la mañana ya está en marcha, y si le pides una audiencia, te la dará a las cinco y media.
-¿Qué le parecen estos años del Gobierno de Morales?
-Ha dado dignidad y voz a los que siempre han estado excluidos de la vida del país, eso es cierto. En Bolivia la mayoría de la población ha vivido marginada durante siglos. Millones de pobres que no importaban a nadie: mineros, campesinos... y los indígenas, sobre todo los indígenas. Muchos no tenían ni una mísera escuelita en sus pueblos. No contaban para nadie.
Evo se ha vinculado con todos esos excluidos. Y ha conseguido un liderazgo muy fuerte porque va más allá de la mera política, se ha convertido en algo racial. "Es nuestra sangre", dicen los indígenas, "por primera vez el Gobierno somos nosotros". Por eso ha ganado las elecciones por segunda vez, porque ha creado un sentimiento muy fuerte, de sangre, y no importa que lo haya hecho bien o mal. Pero hay un riesgo, y se lo advirtió Lula, el presidente de Brasil: "Tienes que gobernar para todos". Y ahí falla.
-¿En qué falla?
-Tiende a ser maniqueo. Por una parte están los suyos, que son los auténticos, los puros, el verdadero país, y todos los demás son traidores, oligarcas, neoliberales, imperialistas... Tiene unas ideas fijas, unas frases que siempre repite, y no sale de ahí. Es muy sincero y ataca a quien cree que tiene que atacar, que si Estados Unidos, las multinacionales, la oligarquía... A veces tiene razón, pero se mete en algunas batallas que no van a ningún lado y sólo sirven para empeorar relaciones. Debe aprender a ser más flexible, más astuto.
El problema es que no tiene equipo, no tiene buenos asesores. Le rodean algunas personas que le idolatran, que no son críticos, y se ha ido creando una especie de mesianismo: Evo y nada más. Es un populismo con buenas intenciones y muchas palabras pero pocos avances prácticos.
Decide nacionalizar el petróleo, controlar el litio del salar de Uyuni, para que las empresas extranjeras no los saqueen, como ha ocurrido siempre en la historia de Bolivia. Perfecto. Pero le falta equipo, no cuenta con gente preparada para dirigir sectores tan técnicos, ni siquiera un sistema para ir formando a sus colaboradores. Y las cosas se hacen mal. Todo se improvisa. Se suponía que íbamos a vender petróleo y gas a medio mundo y ahora necesitamos comprarlo. Los franceses querían invertir en la extracción de litio pero se marcharon porque allí no había carreteras ni infraestructuras, no había ningún plan, y además Evo hacía declaraciones que asustaban a las empresas.
Los proyectos más sencillos tampoco funcionan: la construcción de viviendas no avanza; se nacionalizan el gas y la electricidad pero no llegan a más familias... Lo que sí hay es una especie de rentismo: se da dinero a las viudas, las embarazadas, los discapacitados, los estudiantes... Pero falta una acción de fondo, un proyecto sólido.
-Sin embargo, Morales fue reelegido en los comicios de diciembre del 2009 con un aplastante 62% de los votos.
-La gente le tiene mucha fe, sus medidas han gustado y además la oposición está deshecha: los partidos tradicionales lo hicieron muy mal durante décadas, nadie se fía de ellos, pelean por el poder pero no ofrecen ninguna propuesta, no saben qué hacer con el país. Ahora Morales tiene vía libre para seguir reformando el Estado (con ese sistema tan complejo de autonomías, la identidad plurinacional, el encaje de la cultura, la organización y hasta la justicia indígena, las nacionalizaciones de los hidrocarburos y la minería, las políticas sociales...). Y esa falta de oposición puede resultar un poco peligrosa, porque a Morales se le notan tendencias autoritarias. Quiere controlar el sistema judicial, los medios de comunicación... De todos modos, tengo la impresión de que está aprendiendo a gobernar, de que es un poco más hábil y más respetuoso.
-¿Cómo le irá a Bolivia en los próximos años?
-Soy optimista. Bolivia ha reaccionado muy bien ante la crisis mundial. La oposición sostiene que el éxito económico se debe en buena medida a las aportaciones del narcotráfico, el contrabando y las remesas que envían los emigrantes, y no les falta razón. Sin embargo, hay cimientos sólidos. La esperanza del petróleo nacionalizado se frustró porque YPFB, la empresa estatal, sufrió muchos casos de corrupción y porque las empresas multinacionales no ven seguridad jurídica para invertir; pero Bolivia tiene grandes reservas de gas, de hierro y sobre todo del litio que se empieza a extraer en Uyuni. El Gobierno, con buen criterio, no acepta que las empresas extranjeras simplemente se lleven los minerales: exige que la transformación se haga en el país, que haya una industrialización, y probablemente empezará con una factoría de pilas de litio.
Todo esto dará el dinero necesario para que Evo desarrolle sus políticas sociales. Tiene que ir transformando el país poco a poco para reducir las inmensas tasas de pobreza, la marginación, las desigualdades.
Será muy importante que busque consensos, que trabaje por la cohesión, porque tenemos un país muy diverso y muy fragmentado, con muchas diferencias entre unas clases sociales y otras, entre unas regiones y otras. Hay riesgo de fracturas, pero tampoco tanto como dice la prensa internacional: en Santa Cruz, por ejemplo, hay regionalismo pero en ningún caso separatismo. Siempre hay algún loco, pero no va a ocurrir ningún enfrentamiento grave.
Y mi gran esperanza son los propios bolivianos: son muy trabajadores. A mí me parece que trabajan hasta demasiado, sobre todo las mujeres. Y además son creativos: en los últimos años no paran de sacar nuevos productos al mercado, de crear negocios, de tener iniciativas. Estoy totalmente convencido de que a Bolivia le espera un buen futuro.
Publicado el 8 de mayo de 2010 a las 09:15.