Cómo viajar a China sin arrancar el autobús
Archivado en: Nairolau, Zigor Aldama
Por la mañana recibí un mail de mi madre. Mis padres no podían ir a la charla inaugural de Nairolau, así que querían comprar dos entradas de fila cero para contribuir con la causa y me pedían el número de cuenta corriente del autobús para ingresar el dinero. Le dije a mi madre que no tenemos cuenta corriente. Entonces me reprochó que le hubiera avisado tan tarde, porque durante el día no le iba a dar tiempo ni para hacer unas tortillas de patatas. Le dije que me parecía muy buena idea y que le aceptaríamos encantados las tortillas para el siguiente evento en el autobús. Así quedó la cosa.
Pero un par de horas antes de la charla pasé por casa y me dio una tonelada de jamón, queso y membrillo. Y ese extra nos salvó la afari-merienda. Porque en lugar de los 14 o 15 asistentes que habíamos calculado, al final nos juntamos... 23. Una densidad demográfica bastante china (ojo: de la China oriental, según aprendimos con Zigor).
(De izquierda a derecha: Marijuli, Alito, Kike, Elena, Xabier, Iturri, Ane, ZIGOR, Maider, Dani, Ibon, Naiara, Rufino, Irene, Iñaki. No cabíamos en la foto: Olatz, Gari, Laura, Aitor, José Luis, Fernando, Ander y Josu).
Estrenar la programación de Nairolau con una proyección de Zigor Aldama fue un lujazo. Va a ser difícil mantener el nivel. Durante una hora de charla muy interesante y divertida, con unas fotos espectaculares, Zigor se dedicó a desmontar los tópicos que tenemos sobre China y nos enseñó las tripas de aquel país. Resulta que los chinos no son amarillos, no son todos iguales, no comen sólo arroz, no fabrican sólo cachivaches de todo a cien. Explicó por qué China nos da miedo, por qué nos va a comer la tostada, qué camino ha seguido para pasar de cero a cien en tres décadas. Nos mostró la transformación del país por medio de la alucinante arquitectura de las ciudades, las tecnologías de las que aquí aún no hemos oído ni hablar, las tendencias artísticas, las relaciones familiares. Trató grandes cuestiones (si China es comunista o capitalista, si los disidentes pintan algo, si los derechos humanos preocupan mucho o poco a los chinos) y también detalles muy significativos (los graciosos despistes de los chinos en las discotecas, los asombrosos usos y costumbres que han desarrollado en las playas turísticas, las reacciones que puede suscitar una pareja que camina agarrada de la mano y las que suscitaba hace diez años...).
Después nos lanzamos al picoteo del jamón, el queso y el membrillo; Josu reeditó el milagro de la multiplicación de los pollos y las patatas; el vino y la sidra soltaron las lenguas y el pobre Zigor apenas pudo comer porque lo freímos a preguntas. Durante la cena nos contó cómo fue expulsado de Birmania por la dictadura militar, cómo consiguió colarse en las fábricas chinas de juguetes para descubrir las horribles condiciones de los trabajadores y por qué tuvo que firmar ese reportaje con seudónimo, cómo se metió en el cráter de un volcán indonesio para escribir sobre los mineros del azufre...
Y mientras tanto, comíamos con esa elegancia y esos buenos modales que nos caracterizan.
Foto 1: Josu descuartizando pollos a la manera medieval.
Foto 2: Gari, Laura y Aitor escuchando atentamente a Zigor; y yo mismo concentrado y meditando sobre las paradojas sociales en la China del siglo XXI.
Foto 3: Maider masticando. Y Zigor explicando la diferencia entre un barco chino y un bar cochino ("La servilleta como concepto caduco en la China de Hu Jintao").
Publicado el 13 de noviembre de 2009 a las 14:00.