El camino de los milagritos
Archivado en: Costa vasca, Jaizkibel
Las fotos de Patxi me confirman los malos presagios. Donde antes había un senderito o una simple trocha por las praderas litorales de Jaizkibel, los obreros pagados por la Diputación de Gipuzkoa van trazando un camino de un metro de ancho absolutamente innecesario, una cicatriz resplandeciente que serpentea por la costa.
Son las obras de la "ruta peatonal Talaia", una iniciativa que pretende abrir un camino de punta a punta de la costa guipuzcoana, desde Hondarribia hasta Mutriku (78 kilómetros). Cuando oí hablar del proyecto, me pareció que podía ser muy interesante. Nuestra costa se puede recorrer por senderos bastante cómodos, y pensé que harían unos poquitos arreglos en algún paso complicado (se pueden contar con los dedos de una oreja), que señalizarían bien el itinerario y que colocarían algún panel informativo. Estupendo.
Pero el día en que el proyecto salió a la prensa, me eché a temblar. Leí que el acondicionamiento de los primeros cinco kilómetros del itinerario (desde el puerto de Hondarribia hasta el paraje de Jústiz) iba a costar ¡¡¡650.000 euros!!! Os lo digo en castellano, para que lo entendáis bien: ¡¡21,6 millones de pesetas por kilómetro!! Y eso en un tramo que no necesitaba absolutamente ninguna intervención para que cualquier paseante de 4 a 84 años caminara sin el más mínimo riesgo ni de tropezarse.
(Foto de Patxi: la cicatriz del sendero innecesario de los 650.000 euros, en la costa de Jaizkibel).
Los responsables del proyecto intentaron maquillar el despilfarro ofreciendo un dato absurdo: cada kilómetro de este gran itinerario Talaia costará 49.000 euros, ¡una minucia si lo comparamos con los 24 millones de euros que ha costado cada kilómetro de la autopista AP-1! Y se quedaron tan panchos después de soltar semejante comparación absurda. Lo malo es que algunos periodistas se lo tragaron sin respirar y ofrecieron esos datos como muestra de lo barato que es el proyecto (3,5 millones de euros, madre mía, y el bueno de Josetxo dejando los caminos de Ulía hechos un primor con una podadora y unos cuantos sudores).
Me temo que la operación responde a una de esas estrategias clásicas de nuestros gobernantes para tiempos de crisis: hay que gastar, hay que invertir, hay que poner en marcha obras públicas, hay que dar trabajo a las empresas... Y da igual que no hagan ninguna falta.
O sea que el sistema hizo catacrock porque vivíamos con un ritmo insostenible, con dinero hueco que volaba por todas partes, hipotecas muchimillonarias y lujos de nuevos ricos, y las primeras medidas para tapar el socavón consisten en dar ayudas públicas... para que la gente compre más coches, por ejemplo.
Lo suele decir Eresfea. Los dos mensajes principales que recibimos son: ¡consume menos! (conciencia ecológica) y ¡consume más! (hay que mantener la economía). Un delirio.
Mientras volvemos poco a poco al modelo de las familias bien endeudaditas con dos viviendas y tres coches, tampoco debemos descuidar otros fastos locales. Si hay que gastar una millonada trazando rutas dizque ecológicas (lo llaman "revalorización de espacios naturales"), para dar trabajo a alguna de tantas empresas que se dedican a hacer obras, pues se trazan. Aunque no hagan ni puñetera falta. Y cuando se acabe la obra, ya pensaremos qué otros montes podemos acondicionar, peatonalizar, urbanizar y revalorizar.
Para que nadie diga que esta crítica no es constructiva, ofrezco una idea. Cuando dentro de quince o veinte años nos caiga encima otra crisis de éstas, sugiero a las instituciones públicas que gasten millones y millones dando trabajo a empresas que eliminen la huella de esta ruta litoral hasta reducirla a los meros senderitos que teníamos antes (Operaciones Viales Sísifo, S.A.). Con una gran ventaja: aunque esas obras del futuro hagan exactamente lo contrario que las de ahora, los gobernantes del mañana también podrán utilizar la misma coartada ecológica que los gobernantes cortos de miras de hoy.
Publicado el 26 de agosto de 2009 a las 11:00.