Abrazos envenenados
Archivado en: Ciclismo, Tour de Francia, Lance Armstrong, Alberto Contador, Bernard Hinault, Greg Lemond
Me gusta, me gusta este jaleo que se está montando entre Contador y Armstrong, compañeros de equipo pero rivales a cara de perro. A pesar de lo que dicen algunos comentaristas indignados, no le veo ninguna pega táctica a las decisiones que tomó ayer el equipo Astaná, en favor de Armstrong y en detrimento de Contador.
A falta de 30 kilómetros, los nueve corredores del Columbia tomaron la cabeza del grupo y, como la víspera, lanzaron su locomotora de dieciocho piernas, dieciocho pistones que subían y bajaban acompasados a un ritmo brutal. Con el tirón de los nueve tremendos rodadores amarillos -Cavendish, Kirchen, Hincapie, Grabsch, Eisel, Renshaw, Martin, Monfort y Rogers-, bastaron unas ráfagas de viento para partir el pelotón. A la rueda de los Columbia sólo se mantuvieron otros veinte corredores; entre ellos, Lance Armstrong. Alberto Contador, como los demás favoritos, se quedó en el grupo trasero.
¿Por qué iba a renunciar el equipo Astaná a que Armstrong consiguiera ventaja? Con él no iba ningún otro aspirante serio al triunfo final (como mucho, Kirchen, que no parece un candidato al podio), de manera que ningún enemigo iba a robarle tiempo a Contador... salvo el propio Armstrong, claro. Y los dos son de mismo equipo. Así que el director de ambos, Johan Bruyneel, no tenía por qué renunciar a que uno de ellos consiguiera ventaja sobre todos los rivales. Y no renunció: en el grupo delantero, Zubeldia y Popovych ayudaron en los relevos a los Columbia para así ampliar la ventaja de su jefe Armstrong. Esta jugada escandalizó a algunos comentaristas y a muchos aficionados -daos una vuelta por los foros de los diarios deportivos y veréis-, pero el Astaná tiene cuatro bazas tan poderosas como Contador, Armstrong, Leipheimer y Kloden, y puede conseguir situaciones tácticas muy beneficiosas si los va moviendo de distintas maneras, como hizo ayer.
Otra cosa es el cabreo lógico de Contador, que en lugar de tener a ocho corredores a su entera disposición, como sería natural, se encuentra con aspirantes al podio en su propio equipo. Pero este es otro tema, un conflicto que viene desde el invierno. Ahora, ya inmersos en el Tour, Armstrong estuvo más atento y logró una pequeña ventaja sin ayudar a ningún rival de Contador o del Astaná. Nada que alegar.
Estoy convencido de que Armstrong no podrá seguir a Contador en las montañas. Pero, mientras tanto, vamos a tener una salsa muy rica con estos jaleos.
Puede que revivamos un Tour como el de 1986, aquel en el que Hinault se había comprometido a ayudar a su compañero Lemond a ganar su primer Tour, pero en el que acabó atacándole a muerte por ganar él mismo su sexto.
Todo empezó el año anterior, cuando Hinault dominaba su quinto Tour con mucha claridad pero se rompió la nariz y necesitó la ayuda de Lemond para no perder la prueba.
"Subiendo el Aubisque, Lemond saltó tras la rueda de Chozas y Roche -con la excusa de que el irlandés era tercero en la general-, se fue con ellos, abrió tierra de por medio y se convirtió en líder virtual de la carrera. Por detrás, Hinault sufría a rueda de sus gregarios Bauer y Ruttimann. El director deportivo de La Vie Claire, el equipo diseñado y patroneado en la práctica por Hinault, aceleró su coche hasta la cabeza de carrera y ordenó a Lemond a gritos que frenara. El americano obedeció, pero mientras esperaba a Hinault no paró de dar puñetazos de rabia al manillar. Esa noche, Lemond no quiso bajar a cenar hasta que Hinault no hubiese abandonado el comedor".
Lemond se aguantó, renunció a ganar su primer Tour en 1985 y recibió la promesa de que al año siguiente Hinault le ayudaría. Cuando llegó la primera etapa de montaña de 1986, Hinault se fugó con Delgado y le metió más de cuatro minutos a Lemond. El resto del Tour fue una batalla a muerte entre los dos compañeros de equipo -Lemond llegó a guardar la bici en su habitación del hotel, temeroso de algún sabotaje-, que se resolvió con uno de los episodios más memorables de la historia del Tour: después de atacarse mutuamente durante la etapa reina de los Alpes, Hinault y Lemond se quedaron solos en cabeza y emprendieron juntos la ascensión final al Alpe d'Huez.
De esa historia habla El abrazo envenenado, un capítulo del libro Plomo en los bolsillos.
Fantaseo con ver a Contador y Armstrong subiendo solos el Mont Ventoux, en la penúltima etapa de este Tour. Como no creo que ocurra, aquí va esta joya para nostálgicos:
Publicado el 7 de julio de 2009 a las 08:15.