Delibes: "El ser humano está causando la sexta gran extinción"
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(Miguel Delibes, ayer en los acantilados de Zumaia. Foto de Gorka Zabaleta)
En la historia de nuestro planeta se han registrado cinco extinciones masivas. Según explicó el biólogo Miguel Delibes en las jornadas Haitzen hitza, hoy en día las especies desaparecen a un ritmo suficientemente alto como para pensar que estamos viviendo la sexta extinción. Y detrás de esta gran crisis de biodiversidad está la presión humana: la población se ha disparado y el consumo de los recursos está muy por encima de lo soportable.
El registro de los fósiles indica que en la historia de nuestro planeta se han registrado cinco grandes extinciones. La más brutal ocurrió hace 251 millones de años, cuando desaparecieron el 96% de las especies marinas y el 70% de los vertebrados terrestres. La vida estuvo a punto de perderse. Durante mucho tiempo la Tierra fue un páramo habitado principalmente por hongos. Pero entre los supervivientes quedó algún antecesor de los vertebrados, que resistió la catástrofe y permitió que ahora nosotros estemos aquí. La última extinción, registrada en el límite K/T de los acantilados de Zumaia, exterminó hace 65 millones de años a los dinosaurios y al 70% de las especies. Si los humanos existimos es gracias también a aquel asteroide que eliminó el mundo de los reptiles y dio paso al de los mamíferos.
Por eso, el biólogo Miguel Delibes explicó ayer que las crisis y los cambios en la biodiversidad son desastrosos para algunos pero beneficiosos para otros. "El meteorito de Yucatán fue malo para los reptiles pero ayudó a la expansión de los mamíferos. El mayor cambio en la historia del planeta, la oxigenación de la atmósfera, fue desastroso para los organismos anaerobios pero muy bueno para nosotros. Si ahora se derriten los hielos y sube la temperatura, es un desastre, pero los lagartos tropicales estarán muy contentos".
El cambio climático actual afecta directamente a nuestra especie. "Somos los humanos quienes precisamos de una naturaleza sana, no es ella la que nos necesita".
Un planeta domesticado
El ser humano ha transformado la Tierra. Lo viene haciendo desde que nuestros abuelos prehistóricos quemaron bosques para abrir cultivos. Hoy en día, la mitad de la superficie terrestre tiene un uso y un aspecto distinto del original. Además, cuatro de cada cinco bancos pesqueros están agotados. Una cuarta parte de las especies de aves se ha extinguido en los últimos dos milenios. Una cuarta parte de las plantas son invasoras, es decir, habitan lugares distintos al de su origen. El 60% del agua dulce disponible está manejada por los humanos. "Vivimos en un planeta muy humanizado. Nuestra especie ha introducido en el planeta un cambio tan grande como los cambios que marcan eras geológicas, sólo que nosotros no lo hemos hecho en millones de años sino en el último siglo y medio. Dada la magnitud del cambio, hay quien propone que vivimos en una nueva era geológica que debería llamarse Antropoceno".
"La humanización del planeta nos responsabiliza", dijo Delibes. Y recordó una frase que le dijo el zorro al Principito, cuando éste quiso despreocuparse de la rosa: "Eres responsable para siempre de lo que has domesticado".
Nuestra huella es muy grande. El impacto de una especie en el entorno depende de dos factores: el tamaño de la población y el efecto de cada individuo. Y en el caso humano, los dos factores han aumentado muchísimo en muy poco tiempo: la población humana, que crecía muy despacio durante milenios, se ha disparado en los últimos 150 años, hasta los 6.600 millones de habitantes actuales; además, el consumo de cada individuo también aumenta sin cesar. "Un erizo de mar consumía lo mismo hace un millón de años que ahora. Pero cada uno de nosotros consume cincuenta o cien veces más recursos que un cazador-recolector del Paleolítico. Y nuestra población se ha multiplicado por mil. Así que en sólo cinco mil años, el impacto de la especie humana en el planeta es 50.000 o 100.000 veces superior".
Todos los indicadores crecen de manera desmesurada: la población, el producto global bruto, el número de vehículos a motor, el consumo de energía... La demanda de recursos es brutal, de manera que la agricultura, la ganadería, la pesca, el comercio o la producción de energía transforman el planeta. Cambiamos los ciclos naturales, producimos cantidades inmensas de residuos, contaminamos los ambientes...
Los humanos hemos alterado el entorno biológico de muchas maneras. Por una parte, hemos hecho adiciones biológicas: hemos incorporado especies nuevas en entornos que no las conocían. Hace cinco o seis milenios, nuestros antepasados cazadores-recolectores nómadas se hicieron agricultores y ganaderos sedentarios. Quemaron bosques, despejaron tierras y se pusieron a cultivar alimentos, incluidas algunas especies llegadas de otras regiones (el peral y el manzano, por ejemplo, vinieron de Asia Central). Los campos de trigo atrajeron a los ratones: no hay mayor paraíso ratonil que un granero, rebosante de comida, sin gatos, lechuzas ni depredadores. Para solucionar las plagas de ratones se trajeron gatos. A veces los gatos también se convirtieron en plagas, como ocurrió en Australia, donde millones de ellos se asilvestraron y provocaron una catástrofe ecológica, porque se zampan miles de aves y pequeños marsupiales. "Un parlamentario australiano propuso eliminar los gatos", explicó Delibes. "Pero otra contrapropuesta planteó que en todo caso habría que erradicar de Australia a los humanos".
También hemos alterado el entorno con pérdidas biológicas, como las extinciones del dodo, que vivía tan feliz en la isla Mauricio hasta que llegaron los navegantes holandeses en el siglo XVI y comenzaron a comérselo, o sin mirar muy lejos, la desaparición de la ballena vasca en las aguas del Atlántico oriental, como resultado de una caza desmesurada que acabó alterando el ecosistema completo de esta región oceánica.
¿Estamos en la sexta extinción?
Todos los años desaparecen decenas de miles de especies y millones de poblaciones, por culpa de cambios en los hábitats, la sobreexplotación, el acoso de especies invasoras o por otras desapariciones previas que dejan sin alimento a las especies depredadoras (las llamadas cadenas de extinción).
Ni siquiera sabemos cuántas especies viven en nuestro planeta. Solía decirse que entre 12 y 20 millones de especies, ahora se habla de 30, pero ciertos expertos en biodiversidad dicen que "cualquier cifra entre 3 y 100 millones de especies es defendible". A pesar de esta gran laguna, es posible calcular tasas de desaparición en los grupos que se conocen bien. Y según explicó Delibes, la tasa de extinción de especies es ahora entre 100 y 10.000 veces más alta que la tasa normal en períodos de no extinción. Las cifras actuales son equivalentes a las de las extinciones masivas de la historia de nuestro planeta.
¿Y eso es muy grave? Para nosotros sí, porque la pérdida de biodiversidad afecta muy directamente a las condiciones de nuestro entorno. No se trata sólo de que los osos polares se queden sin hielos en los que vivir: si deforestamos el Amazonas, se liberan grandes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera, sube la temperatura, aumenta el nivel de los mares y quedan en peligro las zonas costeras, entre muchas otras consecuencias. Incluso en escalas pequeñas, las consecuencias son nefastas: la desaparición de miles de especies de insectos limita mucho la polinización, y en algunas regiones del planeta hay agricultores que ya tienen que polinizar artificialmente sus cosechas, con el inmenso coste económico que supone. No parece muy grave que se extingan los nematodos, unos gusanillos y unas garrapatillas microscópicas, pero estos seres detoxifican nuestros residuos y los convierten en nutrientes sencillos para las plantas. Sin ellos, el suelo se hace tóxico y estéril, desaparecen las plantas, la erosión acaba arrastrando la tierra.
¿Qué debemos hacer?
Se calcula que la capacidad de soporte de la Tierra la alcanzamos en 1978. A partir de entonces, estamos comiéndonos mucho más de lo que el planeta puede regenerar. La población crece un 1,2% anual, y el consumo, un 1,4%. Por tanto, no sólo debemos estabilizar nuestro impacto, sino que debemos rebajarlo obligatoriamente hasta los niveles de hace treinta años como mínimo. Si no, seguiremos avanzando hacia el colapso.
¿Podremos solucionar este problema recurriendo sólo a la tecnología? Probablemente no. "Hemos mejorado mucho los coches", explicó Delibes, "contaminan cada vez menos. Pero cada vez hay muchos más coches en el mundo, así que al final emitimos más contaminación que antes". Es la paradoja de Jevons: cuando en el siglo XIX se mejoró la tecnología para usar el carbón (las estufas soltaban menos humo y menos hollín), la gente compró muchas más estufas, de manera que el resultado fue más humo y más hollín en la atmósfera.
Lo urgente, según Delibes, es estabilizar la población y reducir el consumo y la producción de residuos. Pero ¿a quién se lo debemos exigir? No a todos por igual. No todos consumimos lo mismo. Debe exigirse a los que más tenemos, más consumimos y más residuos producimos. "Debemos exigírnoslo incluso ahora, en plena crisis económica. Parece que vivimos una buena ocasión para replantearnos nuestros modelos económicos y nuestra relación con el medio ambiente, pero me desazona escuchar las propuestas de nuestros gestores, que van justo en dirección contraria: nos dicen que consumamos más para mantener el empleo, que compremos cosas que no necesitamos".
Delibes recordó que compartimos un planeta finito con decenas de millones de especies y que todas ellas son "piezas de la maquinaria biosférica". Comparó la situación actual de la Tierra con la de un lavavajillas que empieza a perder piezas: "Cuando movemos el lavavajillas para limpiar la parte trasera, encontramos una tuerca o una arandela que se han caído de algún lado. No pasa nada: tiramos la pieza sobrante y nos olvidamos, porque la máquina sigue funcionando. Empieza a traquetear un poco y a hacer ruido, pero sigue lavando platos. Hasta que un día aquello revienta y sale el agua por todas partes. Se ha quemado el motor. Nuestro planeta está así: va perdiendo tuercas y traquetea un poco, pero sigue funcionando. Lo malo es que si se rompe, no tenemos planos ni técnicos que sepan repararlo, y tampoco podemos comprar uno nuevo".
La conclusión de Delibes: la única vía para evitar el colapso es la solidaridad con las demás especies y entre nosotros mismos, entre los 6.600 millones de humanos. Sólo podremos preservar la naturaleza si reducimos el consumo, si organizamos un reparto más justo y solidario de los recursos y si creamos un planeta en el que todos los habitantes puedan vivir con paz y justicia.
Publicado el 8 de mayo de 2009 a las 17:15.