Huellas en la cumbre (1): Jesucristo y Lenin en Bianditz
La Colegiata de Roncesvalles acumuló tantas tierras que, según una leyenda, los monjes podían caminar hasta Roma durmiendo todas las noches en alguna de sus posesiones.
En las cercanías de la cumbre de Bianditz, en las alturas donde confluyen los términos de Lesaka, Goizueta y Oiartzun, queda un testigo de aquel archipiélago de posesiones agustinas. Es un mojón que luce el símbolo de la antigua orden militar de Roncesvalles: un báculo pastoral cruzado por una barra horizontal, que lo convierte en espada con forma de cruz. El mojón marca el límite de los terrenos de Artikutza, enclavados en Goizueta, que durante seis siglos (del XIII al XIX) pertenecieron a los monjes de Roncesvalles por una donación de la monarquía navarra. Esta finca, abundante en madera, hierro y agua, fue una de las propiedades más jugosas de la Colegiata, porque cobraba rentas a los pastores, ganaderos, carboneros, caleros y ferrones que explotaban la riqueza natural del territorio.
Subí a Bianditz con ganas de sacarle una foto a este viejo pedrusco, erosionado por siglos de vientos, lluvias y nieves.
Por el camino también saqué algunas fotos a los crómlech de Errenga (según leo en el blog de Jonathan, allí quedan ocho porque otros dos se los cargaron al abrir una pista forestal). Los crómlech son monumentos prehistóricos y en euskera reciben el nombre de mairubaratz (huerto de los mairus). Los mairus eran los gigantescos habitantes mitológicos que poblaban el País Vasco antes de la llegada del cristianismo. Cuando nació Kixmi (Jesucristo), aquellos gentiles se suicidaron saltando a una sima profunda. Uno de ellos se quedó fuera para tapar la boca de la sima. Dicen que ése era Olentzero, el último gentil, que desde entonces baja del monte todas las Navidades para anunciar el nacimiento de Cristo y traer regalos a los niños.
Según las creencias vascas, los crómlech o mairubaratz son las tumbas de aquellos gentiles. Esa leyenda tiene una base muy cierta: los crómlech son monumentos funerarios, en los que los habitantes prehistóricos enterraban a sus muertos. Ignacio Arizmendi, un vecino de Fagollaga que ya rondará la ochentena, me contó una vez cómo en su infancia subía con un burro a llevar provisiones a los curas que excavaban en los círculos de grandes piedras de Igoin-Akola y cómo él les decía que allí estaban enterrados los gentiles. Era lo que siempre había oído en casa. Efectivamente, aquellos arqueólogos de principios del siglo XX (¿Aranzadi, Barandiaran, Eguren...?) descubrieron restos humanos en el centro de los crómlech.
Es fascinante: la memoria de que aquellos círculos de piedras eran tumbas se ha transmitido de boca en boca durante miles de años, durante cientos de generaciones que nunca las han visto utilizar como monumentos funerarios, hasta que ayer mismo los arqueólogos recuperaron la verdad que se escondía en las leyendas.
El empeño de preservar la memoria persiste. Y quizá con más fuerza que nunca, si hacemos caso al despliegue de recordatorios que instala la gente en cumbres como la de Bianditz. Me pregunto cuáles de los siguientes elementos que encontré en la cima se guardarán en la memoria, si se transmitirán, si sus historias mutarán, cómo se explicarán dentro de cien o mil años...
Inventario de la cumbre de Bianditz (algunos elementos tienen foto enlazada: pinchad en los que os apetezca ver)
-Señales cimeras (1): Cruz y tamboril. Una cruz metálica con una placa en su base. La placa, escrita con ortografía vasca de los años 50, acaba de cumplir medio siglo: "Lezo'ko mendizaleak agurtzen zaitugu Biandiz'ko mendi galur hontan. Biandiz <840 m> 22-III-1959".
Es decir: "Los montañeros de Lezo te saludamos en esta cumbre de Biandiz".
Junto a la cruz, un txistu y un tamboril también metálicos sobre una placa que representa el mapa de Euskal Herria. Parecen recién instalados, quizá para celebrar el medio siglo de la placa anterior.
-Señales cimeras (2): Pequeño buzón-placa del 8 de junio de 1977, firmado por "S.M.Iruneses", que también indica los 840 metros de la cima.
-Señales necrológicas a tutiplén. Entre otras:
Un menhir moderno, levantado sobre una cacaplasta de cemento. También tiene placa con ortografía prebatúa: "Emen nenbillela zu bezela mendizale izanik Jainkoak deitu nindun betikotasun gaillurrera. Elberdin'dar Shanti. 1979'go jorrailla'ren 30'an. 'Kalparra' mendi taldea".
Es decir: "Andaba por aquí, montañero como tú, cuando el Señor me llamó a la cumbre de la eternidad. Shanti Elberdin. 30 de abril de 1979. Club de montaña Kalparra".
Una placa que dice en euskera que por aquí están las cenizas de Juan Carlos Asumendi Oiarzabal, muerto en el Moncayo en 2001. Le acompaña un eguzkilore metálico, clavado en la roca.
Otra placa despide a Karlos Fernández Adame con un poema en euskera y otra placa más dice: "A Felix, con cariño de tus compañeros de San Ignacio" (apunte sociológico: hay pocos muertos castellanoparlantes en las cumbres).
-Batallas ideológicas: en el vértice geodésico de la cumbre (un monolito de hormigón), encuentro en una cara un portal de Belén oxidado y desfigurado; y en la otra cara las imágenes de Lenin y Marx.
En el descenso a Aritxulegi empiezo a masticar algunas teorías.
Publicado el 28 de marzo de 2009 a las 09:00.